El sueño, al igual que otras funciones del organismo está regulado por el llamado “reloj biológico”. Este es un centro neuronal situado en el hipotálamo cerebral cuya función es dar la señal al resto de las estructuras del cerebro para iniciar y para finalizar el sueño. De esta manera, el reloj biológico va ser quién establezca a qué hora aumente y a qué hora disminuya la propensidad para dormir.
En condiciones naturales, el reloj biológico se activa al acabar el día y disminuir la señal luminosa, de manera que notemos la sensación de somnolencia unas horas más tarde. Sin embargo, la exposición a la luz artificial propia del mundo moderno y, más recientemente, la exposición nocturna a televisores, ordenadores, tablets, etc. puede contribuir a que los centros cerebrales que regulan el sueño no se activen hasta varias horas más tarde. Los centros reguladores del sueño reciben la señal de activación al anochecer, y esto hace que sintamos sueño a esas horas, y se desactivan progresivamente por la mañana. Sin embargo, el reloj biológico puede estar alterado por diversos motivos, entre las que se encuentran:
- Factores genéticos: varios genes intervienen en este proceso y cualquier anomalía genética de los mismos puede tener como consecuencia que nos cueste dormir a determinadas horas.
- Factores hormonales: diversos cambios hormonales como pueden ser la menstruación, la menopausia, pero también algunas enfermedades endocrinológicas pueden alterar la función del reloj biológico.
- Fármacos: algunos fármacos con efectos sobre el Sistema Nervioso, como los antidepresivos, pero también algunos antihipertensivos, alteran el ritmo sueño-vigilia.
- Alteraciones oftalmológicas que dificulten la transmisión de la señal luminosa.
- Alteraciones neurológicas
- Edad.
- Alimentación, ejercicio, etc.
Todas estas situaciones pueden llevarnos a una situación de imposibilidad para conciliar el sueño al comienzo de la noche, a dificultades para mantenerlo durante la madrugada, o a problemas para mantenernos despiertos durante el día.