No todo el que ronca, sufre apnea del sueño, y no todo el que sufre de apnea del sueño ronca. Se convierte en apnea obstructiva del sueño, cuando la persona sufre de manera repetida pausas de respiración cuya duración puede ser variable. La aparición de las apneas se debe a la existencia de un colapso total o casi total en el interior de la faringe, estas suponen un cese transitorio de la respiración y no deben de confundirse con la parada cardiorrespiratoria, ya que durante las apneas el corazón continúa latiendo.
Al cesar la respiración, con frecuencia se produce una caída transitoria en los niveles de oxígeno de la sangre. Si las apneas son muy frecuentes, la persona afectada permanecerá buena parte de la noche con concentraciones de oxígeno en sangre bajas. Una de las consecuencias más significativas de la apnea es la fragmentación del sueño: cada vez que se produce una apnea, ésta finaliza con un alertamiento de escasos segundos de duración, la sucesión de estos microalertamientos hace que la persona que los padece se despierte con la sensación de no haber descansado, aun cuando no recuerde haberse despertado durante la noche.
Suele sentirse dolor de cabeza al despertarse, así como sequedad de boca. A lo largo del día se siente cansada y nota somnolencia en situaciones sedentarias. Es característica la existencia de un aumento de accidentes laborales, también pueden aparecer cambios en el estado de ánimo como son la irritabilidad, la depresión, alteraciones en el rendimiento, o pérdidas de la capacidad de concentración y de memoria.
Cuando la apnea es severa, al margen de los problemas descritos, se produce un aumento del riesgo de enfermedades como la hipertensión arterial, riesgo incrementado de cardiopatía isquémica y de accidentes cerebro vasculares. De no seguirse un tratamiento, se puede producir a lo largo de los años un cierto incremento de las cifras de mortalidad.